Sí, se puede pensar en la falta de una revolución todavía, sobre todo si entendemos la revolución como un cambio estructural profundo que transforme la sociedad desde sus cimientos. Aunque ha habido movimientos y procesos de transformación en distintas épocas y regiones, muchos de ellos han sido absorbidos por el sistema, neutralizados o simplemente han quedado en reformas parciales sin un cambio de paradigma real. El problema radica en que el mundo sigue girando bajo las mismas lógicas de poder, con una economía globalizada que prioriza el capital sobre el bienestar humano, con estructuras políticas que rara vez representan genuinamente a los pueblos y con una sociedad que ha sido moldeada para aceptar esta realidad sin cuestionarla demasiado. La tecnología ha avanzado, pero las relaciones de poder siguen intactas o, en algunos casos, se han vuelto aún más opresivas mediante mecanismos más sofisticados de control. Una revolución pendiente no necesariamente tendría que ser violenta ...
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