Relato breve ambientado en esos años
Jerusalén, otoño de 1924.
Yael, una joven judía de Tel Aviv, sube al tranvía en Jaffa Road. Lleva un libro de filosofía de Buber y escucha el motor de caballos en un murmullo extraño: las ruedas, el tiempo, el futuro.
A su lado, Ahmad, estudiante musulmán, regresa de la mezquita después de clase. En la mano sostiene un manuscrito en árabe y, al ver el libro de Yael, esboza una sonrisa. En voz queda pregunta:
– ¿Hablas alemán?
– Un poco –susurra ella–. Estudio en la Universidad Hebrea, en Monte Scopus. ¿Y tú?
– Voy a estudiar medicina… también allí. Tenemos clases en francés, hebreo y árabe. ¿No te parece increíble vivir esto?
Mazal, cristiana griega, vende pan junto al tranvía. Los observa: quieren aprender, intercambiar, existir sin muros. Ese día deciden bajarse en la estación cercana a la universidad. Caminan juntos entre columnas y jardines, compartiendo citas literarias, historias de familia, cariño por su tierra común.
Se despiden al atardecer, cerca del mercado Mahane Yehuda: Yael recita un verso hebreo, Ahmad canta una estrofa en árabe, y Mazal responde con un canto litúrgico. Por un momento, el tranvía, la universidad y la ciudad se hacen testigos de un tiempo donde la diferencia era un puente.
Este pequeño relato muestra una Jerusalén cosmopolita, donde la modernidad, el conocimiento y la convivencia eran posibles. Antes de los muros, existían tranvías, universidades, libros, ciudades palpitantes.
Si te interesa, podemos extenderlo en una historia más larga, con escenas en la universidad, encuentros en mercados, discusiones sobre Dios en cafeterías... y reflejar ese espíritu urbano y humano que aún late allí.
¿Te apetece continuar por esa línea?
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