Capítulo II: Juventud y despertar No es futuro: es ya. La juventud no espera instrucciones. Nació con el grito cargado en la garganta, con el cuerpo herido por deudas ajenas, y los sueños bloqueados por algoritmos. Le dijeron que heredaría el mundo, pero le entregaron ruinas: planetas rotos, trabajos basura, democracias zombis y guerras viejas. Y aun así canta, crea, conspira. Se organiza sin permiso. Hace política sin partidos. Hace comunidad sin Estado. No le basta con votar cada cuatro años: quiere desmontar los cimientos. No busca tronos: quiere redes. No quiere ser el cambio: quiere vivir en él. El do de pecho no lo da en el escenario. Lo da en la calle, en la huelga, en la siembra. Con hambre, con rabia, con ternura también. Porque sabe que sin ternura, todo arde mal. La juventud no es esperanza. Es la fuerza del presente que ya no se calla. No necesita que le expliquen el mundo: está ocupada construyendo uno nuevo. Uno donde el futuro no sea una deuda. Donde la vida se reparta y no se administre. Donde cada paso sea raíz. Y cada raíz, insurrección.

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