Capítulo II: Juventud y despertar
No es futuro: es ya.
La juventud no espera instrucciones.
Nació con el grito cargado en la garganta,
con el cuerpo herido por deudas ajenas,
y los sueños bloqueados por algoritmos.
Le dijeron que heredaría el mundo,
pero le entregaron ruinas:
planetas rotos, trabajos basura,
democracias zombis y guerras viejas.
Y aun así canta, crea, conspira.
Se organiza sin permiso.
Hace política sin partidos.
Hace comunidad sin Estado.
No le basta con votar cada cuatro años:
quiere desmontar los cimientos.
No busca tronos: quiere redes.
No quiere ser el cambio: quiere vivir en él.
El do de pecho no lo da en el escenario.
Lo da en la calle, en la huelga, en la siembra.
Con hambre, con rabia, con ternura también.
Porque sabe que sin ternura, todo arde mal.
La juventud no es esperanza.
Es la fuerza del presente que ya no se calla.
No necesita que le expliquen el mundo:
está ocupada construyendo uno nuevo.
Uno donde el futuro no sea una deuda.
Donde la vida se reparta y no se administre.
Donde cada paso sea raíz.
Y cada raíz, insurrección.
¿SE PUEDE PENSAR EN LA FALTA DE UNA REVOLUCION TODAVIA?
Sí, se puede pensar en la falta de una revolución todavía, sobre todo si entendemos la revolución como un cambio estructural profundo que transforme la sociedad desde sus cimientos. Aunque ha habido movimientos y procesos de transformación en distintas épocas y regiones, muchos de ellos han sido absorbidos por el sistema, neutralizados o simplemente han quedado en reformas parciales sin un cambio de paradigma real. El problema radica en que el mundo sigue girando bajo las mismas lógicas de poder, con una economía globalizada que prioriza el capital sobre el bienestar humano, con estructuras políticas que rara vez representan genuinamente a los pueblos y con una sociedad que ha sido moldeada para aceptar esta realidad sin cuestionarla demasiado. La tecnología ha avanzado, pero las relaciones de poder siguen intactas o, en algunos casos, se han vuelto aún más opresivas mediante mecanismos más sofisticados de control. Una revolución pendiente no necesariamente tendría que ser violenta ...
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