"La inbecibilidad consciente" La historia no avanza. Da vueltas. Se disfraza, se adorna, pero siempre acaba en el mismo punto: una bala en la espalda, una orden dada desde una mesa limpia, una madre que busca a su hija entre cuerpos anónimos. Queridos camaradas no es una película sobre el pasado, es un espejo del presente. En 1962, en Novocherkassk, una protesta por pan y trabajo se pagó con sangre. ¿Y hoy? Hoy se protesta por aire limpio, por agua, por techo, y se paga con balas de goma, desapariciones, guerras perpetuas. La inbecibilidad no es torpeza. Es política. Es el arte de no escuchar. Es la capacidad de convertir un sistema en una trampa, donde hasta los fieles acaban colgados del mismo gancho que defendían. Da igual si se llama comunismo, neoliberalismo, teocracia o democracia blindada. Cuando el poder se perpetúa sin rostro humano, todo se pudre. Nada ha cambiado mientras haya guerra obligatoria, mientras los dictadores se sienten eternos, mientras la libertad sea una promesa en lugar de una realidad. Hoy, las supercabezas nucleares son la metáfora perfecta: están ahí, volando sobre todos, invisibles pero presentes, como un Dios oscuro, esperando el error, la excusa, el botón. La alienación ya no lleva uniforme ni levanta estandartes. Ahora te mira desde una pantalla, te sigue por tus clics, te vende libertad en cuotas. No hay un "ellos" claros. Todo es más difuso, pero igual de eficaz. Se reprime menos con tanques y más con algoritmos, con miedo disfrazado de seguridad, con empleos que no pagan vida. Los que dirigen también sufren, sí, pero sufren tarde. Cuando el sistema ya no necesita devotos sino cómplices, y hasta el verdugo se da cuenta de que solo era un engranaje más. No se trata de nostalgia por un sistema mejor, porque no lo hubo. Se trata de abrir los ojos, de nombrar el absurdo, de decir: sí, es a propósito, sí, es con mala leche. Y de entender que nuestra única arma real sigue siendo la conciencia despierta, el pensamiento crítico, y la organización desde abajo. Porque mientras haya dictadores con tronos de silencio, y pueblos con miedo a respirar, seguimos en 1962.

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